Diario de sueños 10/10/2014
Me encuentro en una residencia, como en la que vivo actualmente, pero estoy con mi familia y amigos de mis padres y sus hijos mis amigos. Visito diferentes habitaciones, viendo las compañeras que por ejemplo, Ana Sánchez, o Marina Canales, tienen.
Después aparece otra imagen en la que nos hemos reunido todos de celebración. Estamos muy contentos y nos ponemos a cantar y bailar todos juntos al rededor de una mesa, y todo el mundo nos mira. Incluso mi madre participa e imita posturas de una bailarina de ballet.
Al cabo de un rato cuando la cosa ya se ha dispersado y nos hemos relajado todos, veo que Amparo le ofrece un cigarrillo a mi madre. Se me borra la sonrisa de la cara. Amparo le dice:
-Venga, que tienes que fumarte uno de vez en cuando que te sienta bien- tratando de justificarlo.
Miro a mi madre perpleja y antes de que pueda decir una palabra interviene mi padre:
-Alba, ayer tu madre medio empezó a fumar otra vez...
Mi ira, mi impotencia y mi decepción me inundan como una ola y exploto en cólera. Empiezo a gritar y a sollozar culpando a mi madre y mostrándole lo mucho que me afectaba. Tras una breve pero muy intensa discusión me dirijo a la entrada de casa, mi casa de Santa Pola, y doy un portazo, bajando rápidamente por las interminables escaleras tranado de que no me alcancen. Al llegar al piso entre en primero y el bajo, observo una larga fila de carritos de bebé negros, y me cuestiono que para qué hay tantos carritos si no va a haber tantos bebés a la vez. Oigo pasos un piso más arriba y me dirijo a un rincón para esconderme.
Me despierto un poco desorientada, desolada y desconsolada. No sé qué dije exactamente en al discusión con mi madre, pero estoy convencida de que lo he gritado en la realidad porque es muy propio de mi y porque tengo la garganta destrozada. Es raro porque ya no tengo con quién desayunar mientras me dicen que me han oído gritar y lo que creen que he dicho. Ahora sólo hay dos vecinas de habitación que se habrán asustado un poco.
Después aparece otra imagen en la que nos hemos reunido todos de celebración. Estamos muy contentos y nos ponemos a cantar y bailar todos juntos al rededor de una mesa, y todo el mundo nos mira. Incluso mi madre participa e imita posturas de una bailarina de ballet.
Al cabo de un rato cuando la cosa ya se ha dispersado y nos hemos relajado todos, veo que Amparo le ofrece un cigarrillo a mi madre. Se me borra la sonrisa de la cara. Amparo le dice:
-Venga, que tienes que fumarte uno de vez en cuando que te sienta bien- tratando de justificarlo.
Miro a mi madre perpleja y antes de que pueda decir una palabra interviene mi padre:
-Alba, ayer tu madre medio empezó a fumar otra vez...
Mi ira, mi impotencia y mi decepción me inundan como una ola y exploto en cólera. Empiezo a gritar y a sollozar culpando a mi madre y mostrándole lo mucho que me afectaba. Tras una breve pero muy intensa discusión me dirijo a la entrada de casa, mi casa de Santa Pola, y doy un portazo, bajando rápidamente por las interminables escaleras tranado de que no me alcancen. Al llegar al piso entre en primero y el bajo, observo una larga fila de carritos de bebé negros, y me cuestiono que para qué hay tantos carritos si no va a haber tantos bebés a la vez. Oigo pasos un piso más arriba y me dirijo a un rincón para esconderme.
Me despierto un poco desorientada, desolada y desconsolada. No sé qué dije exactamente en al discusión con mi madre, pero estoy convencida de que lo he gritado en la realidad porque es muy propio de mi y porque tengo la garganta destrozada. Es raro porque ya no tengo con quién desayunar mientras me dicen que me han oído gritar y lo que creen que he dicho. Ahora sólo hay dos vecinas de habitación que se habrán asustado un poco.
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